sábado, 26 de enero de 2013

26 enero: Día Mundial de la Educación Ambiental


Traemos un artículo que, con motivo del Día Mundial de la Educación Ambiental, escribe Isabela Ponce, en el periódico El Comercio, de Ecuador.

La Educación Ambiental es tarea urgente 
Sábado 26/01/2013 

Manuela, de 5 años, se angustia cada vez que su mamá deja el grifo abierto mientras se lava los dientes. La regaña y le dice que debe cuidar el agua porque después ya no tendrán. A su madre le produce ternura, pero en el fondo sabe que su pequeña tiene razón. Agustín Darquea, de la empresa de servicios ambientales Giro Ambiente, cree que los dibujos animados, películas, comerciales y campañas tienen hoy en día un tinte de conservación. Considera que, además de estos productos audiovisuales y comunicacionales, en varias instituciones educativas también se promueven iniciativas que aumentan este interés de los niños por el cuidado y conservación de su entorno. En la guardería Acuarela, en el norte de Quito, por ejemplo, los profesores de la institución trabajan constantemente con proyectos de reciclaje. Los niños, de 1 a 5 años, y sus padres se involucra en todos los proyectos. “Trabajamos por temporadas, por ejemplo, durante unas semanas pedimos que traigan envases plásticos que usan en sus casas. En las clases los utilizamos para manualidades o para almacenar pinturas”, explica María Mercedes Valencia, profesora de la guardería. Cuando se reutilizan materiales o se los entrega a un gestor ambiental, se comunica a los chicos lo que se ha hecho para que entiendan cómo se pueden aprovechar los recursos. “La idea es que desde muy chiquitos comprendan la importancia del medio y se involucren en su conservación”. El Día Mundial de la Educación Ambiental fue reconocido por primera vez un día como hoy, en 1975. Surgió durante un seminario internacional en el que participaron expertos de 70 países. Allí se establecieron los principios de la Educación Ambiental en el marco de los programas de las Naciones Unidas y, como resultado, se publicó la Carta de Belgrado, en la cual se plasman las reivindicaciones fundamentales de este tipo de formación. Para Darquea, a diferencia de la enseñanza de materias teóricas, la ambiental tiene que ser práctica. “Con ejemplos en los que los niños se den cuenta del cuidado del ambiente, van a aprender mucho más que solo leyendo datos”. Además de práctica, dice que debe enmarcarse en un contexto local. La idea es que los menores vean la repercusión que ellos pueden tener en su barrio o en su comunidad. “No les sirve de nada saber los problemas de contaminación de China porque lo ven lejano y se sienten hasta impotentes, porque no pueden hacer nada para solucionarlo”. María Clara Peralta, bióloga y magíster en Medioambiente, lidera un proyecto de reciclaje en una institución educativa y recuerda que la educación ambiental “es una doctrina que tiene como objetivo primordial integrar a la comunidad en desarrollar conductas encaminadas al respeto del entorno”. Coincide con Darquea al afirmar que debe ser lúdica. La educación ambiental no tiene edad ni género ni condición socioeconómica. Gustavo Manrique, presidente de Soluciones Ambientales Totales (Sambito), cree también que este tipo de educación implica un cambio de actitudes, que se dan con ejemplos prácticos. Recuerda que hay personas que aún piensan en el tema como algo filosófico y dogmático, pero recalca que los argumentos son sencillos y desde los niños hasta los ancianos los pueden comprender. Nombra conceptos básicos como que los árboles dan oxígeno, el agua es la fuente vital y que el planeta es finito, razón por la que debemos cuidarlo. “La educación ambiental es la única salida que tenemos para cambiar el estilo de vida que llevamos y el comportamiento. Debemos transformar nuestros patrones equivocados de que el éxito viene únicamente de la explotación de recursos para generar riquezas”, detalla Manrique. Darquea cree que existen claves para enseñarlas en las escuelas. Para crear un modelo de gestión ambiental en una institución educativa, enumera los cinco pasos que están en esta página. 5 pasos de un modelo de gestión ambiental 1. Todos deben estar involucrados Todos los miembros de la comunidad educativa deben estar involucrados: alumnos, maestros, padres de familia, personal administrativo y de limpieza. Es importante que desde el inicio conozcan el programa que se está desarrollando y que sepan que su participación es primordial para que sea exitoso. Los alumnos deben ser los diseñadores y ejecutores de los planes que se lleven a cabo. Los padres pueden colaborar en ese diseño y apoyar durante la ejecución de determinada campaña, por ejemplo ayudando a sus hijos a recolectar envases plásticos. El personal de limpieza, en cambio, ayuda a que se cumpla la separación de desechos sólidos. Para que haya continuidad de la gestión se debe crear un equipo que esté conformado por alumnos y, si es posible, tengan la asesoría de un adulto conocedor del tema. Este equipo es el responsable de que se cumpla lo que se propone a nivel de institución; aunque todos los estudiantes se involucran participando, el grupo es el que lidera el proceso. 2. No se cuida lo desconocido No se puede cuidar lo que no se conoce. Para empezar cualquier programa, proyecto o campaña se debe saber sobre qué se trabajará. Se puede hacer un inventario del consumo en la institución educativa. Para una mejor organización, se divide por recursos: papel, agua, energía eléctrica, desechos -cantidad y tipo-, entre otros. En esta instancia se necesita la colaboración del personal administrativo como el área contable que maneja facturas de los gastos del colegio. Los alumnos, no solo los del equipo, colaboran en la clasificación de los desechos para conocer qué se consume más. Con esa base recopilada se proponen los proyectos: es el punto de partida. Además, servirá para comparar más adelante, con nuevos datos, si funcionó determinada iniciativa. Contar con esta radiografía ayuda a estar más conscientes de la huella ecológica y ver el impacto del colegio sobre el ambiente. Aunque el diagnóstico se realice entre alumnos, los resultados deben ser difundidos a toda la comunidad educativa, incluyendo los empleados, para que todos se involucren en el proyecto. 3. De las ideas a la acción En esta fase se requiere idear proyectos, iniciativas, campañas y demás mecanismos que permitan modificar la situación del diagnóstico. Dependiendo de lo que se detectó en cada una las aristas –agua, papel, desechos, etc.- se toman decisiones. ¿Qué se puede hacer con el gasto excesivo de papel? ¿Cómo hacer para ahorrar más agua? Las soluciones se discuten dentro del equipo de alumnos, creado previamente. Ellos proponen y discuten las mejores alternativas. Por ejemplo, si se encontró que el consumo de papel era muy alto, entonces se acordará empezar a promover el uso de correos electrónicos para los deberes, de libros ‘on line’ y no impresos y demás. Hay soluciones que son a corto plazo pero otras son a mediano y a largo, así que se debe tomar en cuenta el tiempo disponible. No se puede imponer u obligar a todos a que participen, la implementación debería funcionar con la voluntad. Si se quiere enseñar ambiente de manera transversal, se propone a todos los profesores que lo hagan y los que quieren buscan las formas de incluir el tema en sus clases. 4. Difusión y concienciación Todo lo que se realice tiene que ser socializado y explicado. En la etapa de comunicación de los proyectos o campañas se debe dejar claro por qué se está tomando determinada medida y qué se está realizando. Ahí, tanto los alumnos como los profesores, padres de familia, personal administrativo y de limpieza se dan cuenta que los cambios que se llevan a cabo son importantes por determinada razón. Eso los ayuda a comprometerse más, porque ven que da resultados. Por ejemplo, si invierten en contenedores para separar los desechos y luego logran recolectar una cantidad significativa, entienden que de alguna manera todos han contribuido para que ese plástico no contamine el entorno y se pueda volver a usar. Si no se comunica ese logro quizás no todos se enteren. La difusión permite involucrar también a otros actores al proceso, por ejemplo, el barrio cercano a la institución o incluso a otros colegios. Esta etapa debe perdurar y renovarse constantemente para que todos recuerden que el proceso continúa. 5. Seguimiento permanente Para que los cuatro pasos anteriores funcionen es necesario que exista una constancia. En el diseño e implementación de medidas es necesaria la renovación, porque siempre se van a encontrar formas de mejorar lo que ya se hizo. También, a medida que se identifiquen otras necesidades, se deben implementar nuevas medidas que se adapten. Por ejemplo, si al comienzo para la clasificación de desechos había un contenedor para vidrio y luego se identifica que el consumo de este material es mínimo, se elimina ese contenedor o se define que se deposite otro tipo de desecho. El diagnóstico también debe hacerse anualmente, para comparar con años anteriores y ver cómo ha mejorado o empeorado la situación. Y la comunicación y concienciación son procesos constantes que permiten recordar que se está contribuyendo para vivir en un planeta menos contaminado, más sustentable. El equipo de alumnos deberá renovarse. Cuando los más grandes se gradúan, se debe incluir a nuevos integrantes.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/sociedad/Educacion-Ambiental-tarea-urgente_0_854314610.html.  ElComercio.com


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AENAT (Asociación Asturiana de Educación Ambiental) está en la calle en Gijón, visibilizando la importancia de la educación ambiental y de los educadores ambientales...